viernes, 11 de febrero de 2011

En una zapatería...

Claro está que a las mujeres nos encantan los zapatos, nunca tenemos suficientes y en algunos casos, son coleccionables más que utilitarios.

A ver... hay que separar las cosas, en algunas ocasiones, necesitamos zapatos por real necesidad, aunque raramente nos ocurre que compramos zapatos porque se nos rompieron los anteriores. Generalmente, es una necesidad creada o preventiva, antes de que nuestros zapatitos se pongan feos, ya tenemos unos de repuesto que van ganándose lentamente nuestro cariño.

Muchas veces, necesitamos un zapato que solo existe en nuestra cabeza, lo buscamos incansablemente y cuando lo encontramos... el color no es lo que esperábamos o tiene un adorno que no nos convence... así que le preguntamos al vendedor si existe disponible en el color que queremos, con la secreta esperanza de que el zapato soñado exista. Por otra parte, cuando encontramos el zapato perfecto, aquel al que ni le miramos el precio, siempre está en un número distinto al nuestro, el que tendríamos que usar sin dedos o con algodones para rellenar.

Ocasiones especiales, como matrimonios o grandes eventos, nos hacen difícil la vida... Encontrar el zapato que combine con el vestido, cartera y accesorios es una labor compleja... no nos conformamos con uno que se parezca en el color, tiene que ser perfecto. En estas ocasiones, surgen sentimientos no tan sanos hacia los hombres, para ellos todo es mucho más fácil porque sus zapatos combinan con todo... de hecho, ellos pueden cambiar camisa y corbata  y será una tenida distinta... Además, no deben lidiar con el dolor de pies tras una jornada con tacones, aunque a algunos les hace falta ganar unos centímetros de estatura.

En la zapatería, es común vernos caminar cojas, modelando en un pie un zapato tipo aguja y en el otro, zapatillas.  Los grandes damnificados: el vendedor, al cual le pediremos por lo menos cinco modelos para quedarnos, con suerte, con un par de zapatos. El número de pares de zapatos probados son proporcionales al largo de la cara de quien le acompaña (sobretodo si es su pareja).

Es difícil elegir si nos gustaron todos los zapatos que nos probamos, así es que podemos pasar unos cuantos minutos contemplando los zapatos, no es que seamos indecisas... estamos intentando visualizar cuál es el que combina mejor con el resto del closet y las carteras. Una vez decidido, esperamos que el precio tenga algún descuento del momento (eso nos hace plenamente felices) y que nos entreguen los zapatos en su cajita, porque así podemos agregarla al resto de cajas que permanece en nuestro armario.

Si una mujer dice que para ella no es asi, de seguro, miente!

Ah! y recuerde llevar puesto su mejor par de calcetines cuando piense comprar zapatos. Evite el vergonzoso momento.